martes, 1 de septiembre de 2009

Esperad en Él en todo tiempo

Amadas algun a vez han venido estos pensamientos a tu vida: "Parece que estoy hablando sola", "es como si le orara a la pared", "Dios me parece muy lejano". "Por más que oró Dios no me escucha" Esta dificultad para sentir a Dios es una de las quejas que hemos hecho en alguna etapa de nuestras vidas, y sabías que es un terreno propicio para las dudas e incluso las crisis de fe si no se entiende bien el problema. Todos hemos sentido a Dios lejos en algún momento de nuestras vidas. Los salmistas nos han dejado escrito el testimonio de momentos espirituales cuando Dios les parece un ser lejano e irreal. En los Salmos sorprende las veces en las que aparece la palabra «lejos» referido a Dios. «Por qué estás lejos, oh Jehová, y te escondes en el tiempo de la tribulación?» (Sal. 10:1). «¿Hasta cuándo, Señor, me olvidarás para siempre? ¿Hasta cuándo esconderás tu rostro de mí?», inquiere David en el Sal. 13:1. El salmista vivió los altibajos espirituales.En estos tiempos tan difíciles que vivimos también nos enfrentamos a situaciones apremiantes. En estas ocasiones cuando Dios parece muy distante la causa del problema no está, desde luego, en él. Su cercania a nosotros no depende de si lo sentimos o no. La sencilla ilustración del sol y la nube es muy útil para entender esta realidad. ¿Brilla el sol en un día nublado? La respuesta es sí. El sol está brillando¿Cuáles son estas nubes? A veces son causas pasajeras. Entre ellas destacan el cansancio y el stress. Ambas actúan sobre nuestra capacidad de sentir en general, no sólo espiritual. El agotamiento, físico o emocional, va a secar nuestros sentimientos. Mientras dure este estado, no podemos esperar otra cosa que dificultades para sentir a Dios. Por tanto, si empiezas a orar y Dios te parece lejano, la primera pregunta que debes hacerte no es: «¿Hay pecado en mí? ¿Me ha olvidado Dios?», sino «¿Estoy cansado?, ¿necesito dormir o comer?».El stress también afecta mucho la vida espiritual, sobre todo si se asocia con depresión. Ello es así porque altera nuestra percepción de la realidad. En una oportunidad, Moisés, estaba profundamente deprimido (Nm. 11:10-17).
Incluso llega a tener ideas de muerte: «yo te ruego que me des muerte» (Nm. 11:15) le suplica a Dios. La causa de esta depresión severa era su agotamiento emocional: «No puedo yo solo soportar a todo este pueblo, que me es pesado en demasía» (Nm. 11:14).
Observemos que Dios no responde a Moisés con reprensión, no hay ni una sola palabra de condena o rechazo. Por el contrario, le proporciona una salida: «Reúneme setenta varones... y llevarán contigo la carga del pueblo, y no la llevarás tú solo» (Nm. 11:16-17).
La depresión no es en sí misma un pecado, de ahí la actitud comprensiva del Señor. Moisés se sentía agotado y deprimido y ello le impedía ver la realidad tal como era; veía las cosas peor, más negras, entrando así en un fatal círculo vicioso lleno de oscuridad.Otro ejemplo, es el que nos muestra los discípulos en una situación emocionalmente parecida a la de Moisés: estaban luchando contra las olas, «remando con gran fatiga», en medio de una fuerte tormenta en el mar de Galilea (Mt. 14:22-33).
Era un momento de gran stress porque el oleaje les impedía avanzar y sus vidas corrían peligro. Jesús, al verles en esta situación límite, «vino a ellos andando sobre el mar» (Mt. 14:25), pero los discípulos le confunden con un fantasma! ¿Qué les había ocurrido para cometer este notable error de percepción? ¿Por qué se equivocan y gritan «un fantasma»? La abrumadora tensión del momento había distorsionado su visión. Cuán consoladora la actitud de Jesús ante su fragilidad: «¡Tened ánimo; Yo soy; no temáis!» El stress altera nuestra capacidad para percibir a Dios, y, como los apóstoles, a veces somos incapaces de reconocer al Señor en medio de las tormentas de la vida.Amado si tú estas pasando por una situación de depresión o e tress en que ves que tus problemas son demasiados, mira el cielo y aunque este nublado el SOL brilla con la misma intensidad. Así es nuestro Dios, él está contigo y no hay ningún problema, o enfermedad, o lo que es imposible para tu vida que no pueda escucharte y darte la solución. Recuerda que debes confiar siempre en él; sólo abrele tu corazón y espera en silencio su respuesta.
¡¡¡DIOS ES NUESTRO REFUGIO!!!

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