1 Corintios 6:19 ¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros? (20) Porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo.
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Nuestro Señor dio Su vida por nosotros como rescate, adquiriéndonos así de nuevo. El Señor nos compró y nos redimió; por eso voluntariamente le cedemos nuestra libertad. Ya no nos pertenecemos; somos Suyos y debemos glorificar a Dios en nuestros cuerpos. El Señor nos compró por un precio, y ese precio es la sangre que Él derramó en la cruz.
Así que le pertenecemos al Señor porque Él adquirió ese derecho sobre nosotros.
Tenemos que tener claro que fuimos comprados por el Señor. El Señor nos compró pagando un precio muy alto. Él no nos compró ni con oro ni con plata sino con Su propia sangre. En esto vemos tanto Su gran amor como Su derecho sobre nosotros.
Servimos al Señor porque Él nos ama y lo seguimos porque Él tiene un derecho sobre nosotros. Este amor y este derecho obtenido en la redención nos constriñen a darnos al Señor. Por lo tanto, la consagración se basa en Su derecho y Su amor. Este es un derecho legal y va más allá del amor humano. Es por eso que nos consagramos a Él
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